Suben las sombras. Lilas diáfanas
anegan la calle.
Un carro pasa.
En una esquina tres niños pelean,
lanzándose piedras.
Alguien les grita,
y ellos se alejan.
Una por una
se encienden las luces de las casas.
Sale la luna.
Un perro ladra.
Silencio súbito—y el rumor sordo
del más íntimo latido
del corazón del vasto mundo.
Ahora,
sobre mi cabeza,
arriba, sobre los tejados,
fuera de las murallas, al otro lado
de las montañas, más allá del mar,
desdobla la noche universal
sus pétalos negros, aterciopelados
al son de una inmensa campana.